Llegada al orfanato:

La tarde en que la abuela me llevó a Casa Caritat, temerosa de mi carácter aventurero y díscolo, se hizo acompañar de su pariente el municipal Xixo Teula que me conocía de anteriores travesuras. La abuela llorando y el guardia dándome buenos consejos, me dejaron en manos de la monja hermana Dolores y del capellán del orfanato Mossèn Ramon.

A solas ya con la monja y una sirvienta, me llevaron al ropero para cambiarme la ropa de calle por la del instituto. Toda la ropa, batas y la muda de los domingos, llevaban el número cuatro. Me cayó el mundo encima y me entró la desmoralización cuando me pusieron las medias negras con ligas por encima de las rodillas y me llevaron a casa del barbero Cerrada, contiguo al orfanato y cuñado de mi abuela, a cortarme el pelo al cero. Cinco años pasarían, siempre con la cabeza rapada y sin ver la luz mis preciosas rodillas.

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