El San Pancracio :
No hacía muchos meses, la abuela había comprado una imagen de san Pancracio de unos veinte centímetros, que, levantando el dedo índice de la mano derecha, indicaba el cielo y sujetaba, con la izquierda, un libro abierto donde estaban escritas dos palabras: Salut i Treball. La abuela consintió que me llevara diversos objetos a la plaza en cumplimiento del bando municipal, pero se negó en redondo a que me llevara el san Pancracio pese a mi insistencia. Ante la negativa, se me ocurrió una idea: le quebré el dedo índice de la mano alzada y le dije a la abuela: –Ahora el santo ya es de los nuestros–. Y quedó tranquila.
Días más tarde, aquellas toneladas de objetos de culto depositados en la plaza no fueron quemadas, sino machacadas con un tractor y arrojadas a los depósitos de basuras.